sábado, 30 de noviembre de 2013

Miedos

¿Qué otro sentimiento puede ser más humano que el miedo? Inefable, intenso, maestro del disfraz. Aún la certeza de la finitud no nos libra del miedo a vivir.

Hay miedos implacables que paralizan, que enferman. Hay miedos  tontos que se camuflan en cotidianeidades para facilitar el paso o el escape de la realidad, dura y amenazante. Nos detienen de a poco y dejan un sinsabor extraño que reside en lo más profundo de nuestro ser y cada tanto nos toca la puerta de la conciencia para recordarnos nuestras limitaciones autoimpuestas. Hay miedos existenciales, comunes, comunitarios: Seguir a la manada, no ser consecuente con las ideas, pregonar lo que no hacemos, no devolver nada a los otros, caer livianamente en el eterno teatro del capital y la vida cómoda, buscar estabilidad en la autenticidad, dioses entre los mortales, pureza en lo terrenal. La hipocresía como hábito es el gran miedo de quien quiere abrir su mente. Pensar y hacer, decir y actuar son los grandes desafíos del temor social.  Son duros pero uno debería sentirse dichoso de tenerlos.

Ese miedo implacable que crece y madura dentro nuestro, y que luego rociamos al pasar,al fin y al cabo  es el gran enemigo del amor.