lunes, 4 de julio de 2011

¿Podemos cambiar la vara con la que medimos nuestra vida?

Nacer y vivir en sociedad implica aprender y adoptar ciertas convenciones que a la larga vamos adoptando como propias. Tan propias las hacemos que muchas veces es imposible desarraigarse de ellas. Actuamos y generamos necesidades en base a ellas.
Estas normas sociales aparentan darnos un parámetro del éxito que estamos teniendo en nuestros emprendimientos y eso debería ser suficiente para que uno se sienta satisfecho.
Sin embargo, como en todo aspecto vital, la teoría difiere enormemente de la realidad.

¿Qué sucede cuando lo que queremos hacer o lo que nos sucede inevitablemente en la vida no se acomoda dentro de los rangos de éxito que manejamos? ¿Qué pasa cuando algo que nos hace bien a nosotros no es aprobado por la mirada ajena por no ser convencional? ¿Somos capaces de establecer nuestros propios parámetros y llevarlos a la práctica?

Parece casi imposible desterrar esas ideas que nos inculcan desde que nacemos. Intentamos y muchas veces terminamos sucumbiendo una vez más ante el estatus ya ganado y tantas veces indiscutido de estas premisas sociales.

Intentar dilucidar cuáles de ellas son realmente necesarias e importantes para nosotros como individuos es un ejercicio mental interesante y eficaz para poder conocerse mejor uno mismo y evitarse alguna que otra frustración anhelando cosas que realmente no necesitamos.

La felicidad individual, tan subjetiva como es, difícilmente pueda ser abordada partiendo de las arbitrarias reglas colectivas.