domingo, 21 de noviembre de 2010

Primum non nocere

...Ante todo no hacer daño...

Parece una premisa sencilla pero oculta una dificultad intrinseca y casi imposible de evadir.
¿Qué tanto se puede hacer (o no hacer) para evitar lastimar a otros?

Cuántas veces un actuar bien intencionado pudo resultar en desastre? Y cuántas veces una omisión perfecta terminó en el peor de los momentos?

Yo soy ferviente partidaria de la omisión de los detalles innecesarios. Funciona para mí y mi anhelo es que funcione igual de bien para los demás, pero la realidad es que no siempre esto se da así.


Aunque mi intención sea la mejor, obviando esos detalles dolorosos que no hacen ni a la historia ni al desenlace, el límite entre la buena voluntad, la omisión perniciosa y el cinismo de la mentira se hacen difusos generando situaciones lejos de las deseadas.

Muchas veces el otro pide conocer las cosas abiertamente, sin anestesia, sin tapujos ni escenas desaparecidas... Aún así, me cuesta horrores enfrentar esas situaciones. Pensar que algo que hago o digo le genera dolor total y completamente evitable a alguien querido, me invita aún más a apegarme a mi premisa. Sólo la rompo por pedido exclusivol, y sigo haciendo berrinche al respecto.



Aprender a ser más cruel, menos diplomática, más desinteresada, más dura y directa... Ya el mundo me lo va a exigir.