sábado, 1 de octubre de 2011

Equilibrar cuerpos, observar almas...

Muchas veces se olvida el trabajo humanístico que el médico debe realizar además de su incesante uso del conocimiento que le fue conferido con el correr de los años de estudio.


El trato con el paciente es la pieza clave para llevar a cabo un tratamiento exitoso. Esta relación que se genera, como toda interacción social, repercute positiva o negativamente en ambos.


En mis primeros pasos por el hospital pude tener contacto con algunas personas internadas en las enfermerías de clínica médica. Generalmente se trata de gente mayor con enfermedades crónicas o muchas veces pacientes psiquiátricos que no son aceptados en otras instituciones.


Los visitamos, los interrogamos, los revisamos. Algunos son colaboradores y simpáticos, otros hacen lo que pueden. La estética del hospital no ayuda. Los pasillos son estériles y las habitaciones solitarias. Sólo cobran vida con las pequeñas cosas que los pacientes traen para su estadía: bolsos, revistas, relojes, dibujos de los nietos y flores de sus hijos. Eso sucede en los mejores casos...


Muchas veces, menos afortunadas, nos encontramos con personas solas. Algunos no lo perciben o al menos eso parece, ya que sus pensamientos están perdidos en un mundo al cual no podemos acceder. Pero tantos otros lo sufren a cada momento. La soledad los golpea sin piedad en tiempo de enfermedad.


La ausencia de la familia es una de las escenas más duras que uno puede presenciar. Cuesta entender cómo se puede dejar a una persona tan indefensa a la deriva sin el más mínimo resguardo. Hijos, nietos, hermanos, padres... todos ausentes.


Esas situaciones crueles son difíciles de manejar, casi imposibles de borrar de la mente. Más aún cuando la persona totalmente lúcida caen en la cuenta de que está sola. 


El profesional no tiene la obligación de lidiar con estos asuntos pero es claramente imposible de ignorar. Uno se lleva parte de esa sensación de tristeza consigo y muchas veces también se lleva la impotencia de no poder hacer algo relevante para su paciente. Tanta injusticia junta no se olvida fácilmente...


Siento que sólo queda rescatar algunas premisas para evitar reproducir estas situaciones... 


No dejemos solos a nuestros mayores. Acompañándolos es la mejor forma de ayudarlos a sentirse mejor, no piden mucho más.
Además los médicos deben procurar no perder nunca su humanidad ni olvidar la empatía para tratar con los pacientes.