sábado, 19 de octubre de 2013

El fluir de las ramas

Somos una corriente de tiempo, si es que acaso existe tal cosa. Somos un curso de energía que fluye constante, sin detenerse nunca en ningún lado.  Yo fui, soy y seré en constante cambio.

No es sencillo concebirnos como una transición implacable. ¿Algo queda?, ¿Todo se va?
Estamos constituidos por una marea de historias, causas y azares, si es que lo azaroso puede considerarse como tal. Cada situación, cada segundo, marca y determina el fluir de nuestra vida.

Qué es la vida sino más que ese concatenamiento de instantes que llegan y se van pero no sin antes escribir. Escribirán un punto, una línea o varias, una letra, una palabra, una oración o una historia entera. Esas historias se reflejan en cada hacer y en cada deshacer de nuestro pasar.

Cada día como una célula, cada mes, cada año como la rama de un árbol, dibuja un trazo firme en nuestra historia. Las ramas toman decisiones y se bifurcan para dibujar más caminos parecidos o diferentes, nunca iguales.



Y al final, si es que tal cosa existe, esa copa escrita con ramas, cubierta de hojas verdes, marrones, flores que resguardan nidos con aves e insectos que se reproducen multiplicando la vida y compartiendo el tiempo que se fuga en cada molécula que se transforma; es una historia más, es un relato más plasmado en la naturaleza, tan quieto como fulgurante de energía que ilustra la ilusión humana del paso del tiempo y sus marcas inexorables.